viernes, 30 de abril de 2021

EL FLAUTISTA DESNUDO



    Cada mañana, nada más amanecer, Demian Lerrouse salía al campo a tocar la flauta. Desde siempre, desde que tenía memoria, vivía en una pequeña casita en lo alto de la montaña y con los primeros rayos del sol se levantaba, caminaba hasta un pequeño arroyo cercano donde se lavaba y salía a pasear interpretando melodías de los clásicos, acompañado por las pequeñas alimañas del bosque que entusiasmadas con sus notas le seguían a todas partes. ¿Quién le enseñó a tocar, quién le dio el instrumento, de dónde procedía, cómo llegó hasta allí? No se lo planteó nunca, hasta el día en el que llegaron unas exploradoras cargadas de mochilas y extraños instrumentos y le preguntaron. Para él fue la primera vez que tenía que enfrentarse a las eternas preguntas existenciales que el ser humano lleva planteándose desde el principio de los tiempos. Le hicieron ver que estaba "desnudo", un concepto absolutamente extraño hasta que vio que había personas como él que iban "vestidas", pero lo peor y más difícil de asimilar fue que existían dos conceptos opuestos llamados el bien y el mal y para mayor confusión, el ir desnudo entraba de lleno en el conjunto de comportamientos incluidos en el concepto del "mal".
    Cuando llegó la noche Demian se fue a dormir a su pequeña casa de la montaña y las tres exploradoras acamparon al lado, cada una en una tienda de lona. Por la noche, mientras dormía, una exploradora entró en la casa y acercándose desnuda le tocó el pene, éste comenzó a crecer hasta ponerse duro como un palo, algo también nuevo para Demian, no el hecho de ponerse palote, cosa que le sucedía a menudo por variadas circunstancias, sino porque el motivo fuera ver a una mujer "desnuda" que además le propiciaba caricias fálicas. La penetró varias veces, algo totalmente nuevo para él y cuando terminó, sigilosamente se fue. No se había recuperado aún del impacto cuando entró silenciosamente la segunda exploradora que repitió más o menos la misma operación. Cuando se marchó, protegida por las sombras y antes de desprenderse del olor y la humedad provocada por el contacto, apareció como por arte de magia la tercera exploradora. Iba también completamente desnuda. Sus rituales fueron más o menos los mismos que los anteriores, pero Demian que ya había aprendido la lección fue a clavar el pene en el agujero del placer y he aquí que se encontró con que lo tenía bastante más elástico, grande y lubricado que los dos anteriores, y allí eyaculó el poco semen que ya le quedaba.


     A la mañana siguiente, antes de partir, las tres exploradoras le dieron sus últimas lecciones de moral y le facilitaron algunas ropas para para que no estuviera permanentemente en el estado maléfico de la desnudez.
   Demián, como humano inteligente, había aprendido muy rápido las lecciones morales, la diferencia entre el bien y el mal y el concepto de libre albedrío, por cierto, este último le encantó y le encantó tanto que libremente decidió seguir por lo que ellas denominaban camino del mal que conceptualmente al le pareció que era el mejor y el más natural dado lo bien que lo pasó, que lo pasaron todos, y la alegría y el denuedo con que follaron; eso es lo que entendió que era el camino correcto y obró en consecuencia. Con su flauta interpretó las más dulces melodías, haciendo que las tres fueran presas del misterioso encantamiento de su música y sin poder rebelarse, ni evitarlo, se desnudaron completamente, arrojaron sus ropas al río y se quedaron a vivir allí, todos juntos, desnuditos en la casita, sin poder liberarse.  
     Y durante años y años le acompañaron en sus paseos por la montaña, todos en fila india, bailando y cantando (aunque por dentro se sintieran prisioneras sin poder escapar de ese maldito encantamiento). Cuando se cansaba de tocar las tumbaba boca arriba o boca abajo y las penetraba con la melódica flauta por el agujerito del amor hasta que se retorcían de placer. La flauta carnal la reservaba para la noche, en la casita, ese era su momento, al que se entregaba con la misma pasión con todas a la vez, como ellas mismas le enseñaron. Al fin y al cabo había aprendido rápido y bien lo que es correcto y natural de lo que no lo es, le habían enseñado la diferencia entre "el bien" y "el mal". Y colorín colorado, este cuento, no tan cuento, se ha acabado.

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